Antes de comenzar la dieta Paleo, mi desayuno estaba muy claro: una tostada de pan con tomate, aceite, jamón, si había, y ajo restregado. Era fácil, no había que pensar, mientras iba subiendo el café, ponía el pan en la tostadora, preparaba un diente de ajo… bueno, seguro que muchos de vosotros lo recordáis.
Cuando empezamos con la dieta paleo, esta fué de las primeras dificultades. Como Bea es muy resuelta, comenzó a hacer cada día una cosa diferente: huevos, batidos, crepes, pero claro no todos los días hay tiempo para hacer todo esto, y estar pensando cada día qué desayunar se podía convertir en una de esas cosas que te hacen perder las ganas, la motivación y abre la puerta a que digas, bueno hoy no hago la dieta… y un día te tomas unos churros, otro día una tostada… y se acabó!
Como nos mantuvimos en ello, hemos llegado a un desayuno que al final es lo que más fácil nos resulta y lo que comemos casi cada día. Y además, es muy sencillo: un buen cuenco de yogurt griego, con un manojo de frutos secos (la combinación varía, pero suele tener pistachos, nueces, pasas, y algún otro fruto del bosque) y, si quieres que sepa un poco más dulce, un chorrito de sirope de agave. Poco, pues si te pasas, notarás que antes de la hora de comer, ya tendrás hambre!
En fin, es sencillo, nutritivo, tiene proteínas y grasas… ¿qué más se le puede pedir? Ah, sí: está muy rico!
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